sábado, 30 de octubre de 2021

LA LLUVIA DE ESTRELLAS

 

Era la primera vez que íbamos a vivir una lluvia de estrellas como la de aquella noche. Mis padres y yo habíamos llegado en nuestro coche de cuatro plazas al punto indicado horas antes. Todo el vecindario también. Nadie quería perderse la emoción de los instantes previos a la lluvia. Yo no había pegado ojo la noche anterior. Había estado hasta altas horas de la madrugada mirando al cielo. Al universo infinito. Y sólo un nombre daba vueltas una y otra vez en mi cabeza: Marilyn Monroe.

Estaba previsto que la lluvia comenzara a las nueve en punto de la noche. Y en el lugar que se nos había asignado, mis padres y yo estábamos tumbados sobre una toalla mirando al cielo. Era la primera vez en mucho tiempo que hacíamos los tres algo juntos.

Todas las personas miraban con enorme excitación al cielo. Algunas se cogían de la mano. Otras permanecían abrazadas. Aquello podía alargarse horas, pero no importaba. Mi madre había traído comida y agua por si acaso. Y arriba, a lo lejos, en el cielo, a las 9 en punto… apareció la primera estrella. La gente empezó a aplaudir y a gritar de emoción. La primera estrella se acercaba a la tierra a gran velocidad. Y ya comenzaban a aparecer otras tras ella. Entonces la primera estrella hizo un giro inesperado y desapareció de nuestro campo visual. “¿Quiénes serían los primeros afortunados?”, me pregunté. Pero antes de que pudiera sentir envidia, un enorme jaleo entre la gente me sacó de mis pensamientos. Sí, la segunda estrella venía hacia nosotros. Directa a nuestro coche. Impactó sobre el vehículo. Mis padres se besaron y abrazaron felices. No recordaba la última vez que les vi besarse. Aquello era increíble. Fuimos los primeros del barrio en recibir a nuestra estrella. Qué afortunados habíamos sido.

Y la estrella se empezó a mover encima de nuestro coche. Abrió los ojos. La gente reaccionaba con gritos y aplausos  a cada uno de sus movimientos. Se puso en pie. Caminó con cierta torpeza hacia la parte delantera del coche, y no con pocas dificultades, consiguió bajar de él. Se acercó a mis padres y a mí y se presentó: “Hola, Soy La Lina Morgan de La tonta del bote”. Se hizo un largo silencio.

“Jo mamá, que decepción”, le decía a mi madre ya una vez en casa. “¿Lina Morgan? ¿Por qué Lina Morgan? ¿De todas las estrellas por qué nos toca esta tonta?”. “Nicolás”, dijo mi madre. “Hemos sido el destino de esta estrella y así lo hemos de aceptar”. “¿No podemos cambiarla por otra?”, pregunté. “No, cariño. Hay cosas que no se pueden cambiar Y especialmente todo aquello que viene del universo”. ”Pues qué rollo”, pensé.  Y en ese momento oí a mi amigo Lucas gritar mi nombre desde la calle. “¿Quién os ha tocado?”, le pregunté. “El Fary en Torrente 3 “, contestó mi amigo. “Jo, qué mala suerte hemos tenido en el barrio” le dije. “No todos”, me replicó. “A  Ramón y su familia  les ha tocado Marilyn Monroe en La tentación vive arriba”. “¿Qué?” –grité con una mezcla de asombro y rabia. Ramón era el matón de mi escuela. El niño que me pegaba y me humillaba delante de mis compañeros. Un error de la naturaleza. Y a él y a sus negligentes padres les había tocado el premio gordo. “¡No es justo! ¿Y quién le ha tocado a Rafael?” pegunté. Rafael era otro de los niños que  me hacían la vida imposible en el barrio. “Rhea Perlman en Matilda” , contestó Lucas, “Pero si no está muerta”. “Cariño” –dijo mi madre,  “no todas las estrellas están muertas. La imagen que nos llega de ellas es del pasado, pero eso no significa que estén todas muertas” “¿Ah no? ¿Entonces nos podría haber tocado Angelina Jolie?” “Claro”. “Jolines, y nos toca Lina Morgan. ¿Y qué hace ahora?”, Lina estaba en el suelo a cuatro patas. “¿Qué haces, Lina?”, preguntó mi madre. “Buscar colillas para el señor Sarasate”. “¿Ése quién es?”, pregunté. “No lo sé. No he visto la película”, respondió mi madre. “Lina, aquí no hay colillas. Compraremos un paquete de cigarros”. “¿Un paquete de cigarros?” Se sorprendió Lina. “Eso sólo lo hacen los ricos”. “Los ricos y los derrochadores como tu padre” dijo mi madre. “Bueno, mi marido y el padre de Nicolás. Bueno… Ahora supongo que también es tu padre”. “Familia”, dijo Lina con emoción y nos dio un abrazo. “¿Me ayudarán a buscar al señor Sarasate? Espera que le de sus colillas”. Lina nos miró suplicante. “Eso es imposible”, le dije. “Esa estrella puede estar en cualquier parte del mundo” “Pero tengo que encontrarlo. Pobrecito, no tiene a nadie más” “No podemos encontrarlo. No hay manera de saber dónde ha caído” “Sí que la hay”, dijo mi madre. “En la guía de las estrellas que la NASA dijo que nos enviaría semanas después de la lluvia”. “Pero mamá…” “Vamos Nicolás, ¿tienes algo mejor que hacer este verano? Puede ser divertido”. Mi madre y Lina me miraron esperando una respuesta.

Y aquí estoy con mis padres y con Lina en el coche rumbo a Francia en busca de  un mendigo para darle un bote lleno de colillas que hemos recogido. Vaya vacaciones de verano. Pero en fin, podría ser peor. Al principio envidié al malvado de Ramón. Todo el barrio iba cada día a su casa a ver cómo ayudaba a Marilyn a desatascar su dedo gordo del pie del grifo del agua. Pero después de dos semanas, Ramón tiene lesionados ambos hombros y muñecas. La lesión puede ser crónica según el doctor. Y Lucas me dijo que vio a Rafael vendiendo sus videojuegos en una tienda de segunda mano porque Rhea Perlman había arruinado a sus padres jugando al Bingo. Yo al menos, por segunda vez desde la lluvia, estoy con mis padres en un coche haciendo algo juntos. Y hace un bonito  día soleado. Y ya no hay un cuarto asiento del coche vacío. “¡Para!”, grita Lina. “Ahí veo otra”. Mi padre ha frenado el vehículo para que Lina pueda bajar con su bote de colillas  a recoger la que acaba de ver. La introduce en el bote y vuelve al coche. Los cuatro podemos seguir nuestro camino. Oh no. Lina vuelve a cantar esa canción. Y mis padres también. Aunque bueno…  al final tiene su gracia. Cantaré yo también. “La tonta del bote es como me llaman los chicos del barrio al verme pasar…”