viernes, 30 de noviembre de 2012
martes, 27 de noviembre de 2012
domingo, 25 de noviembre de 2012
sábado, 24 de noviembre de 2012
DE CUANDO EL HERMANO ORGISMUNDO BUSCÓ AL PADRE PLACIDIO
DE CUANDO EL HERMANO ORGISMUNDO BUSCÓ AL PADRE PLACIDIO
CAPITULO I
A la edad de 4 años,
Orgismundo ya tenía un sueño. Soñaba con hacer feliz a la gente. Y con cinco
años, ya había aprendido a leerle cuentos a su abuela, su mejor amiga.
Bulvinia, que así se llamaba la buena anciana, le enseñó a Orgismundo la
diferencia entre el bien y el mal. Le
enseñó a amar, a perdonar, a no juzgar a las personas y a saber que no siempre
podemos entender los actos de nuestros semejantes, pues cada ser posee un
inmenso mundo interior al que a veces ni él mismo puede llegar. Y que incluso
dentro de la persona más malvada, a veces es posible encontrar un poco de
bondad, aunque sea en su pasado. Pues todos somos hijos de Dios. Y Dios ama a
todos sus hijos por igual. Dios comprende y Dios perdona.
A la edad de 6 años,
Orgismundo perdió a su mejor amiga, a manos de un conductor borracho. Tan
joven, el niño ya supo perdonar a su hermano conductor borracho.
Durante los años siguientes,
Orgismundo nunca olvidó todas las enseñanzas de su querida abuela, y su sueño
de hacer feliz a los demás no hizo más que crecer.
Así,
con diez años, Orgismundo siguió haciendo el bien y se hizo monaguillo en la
parroquia del barrio. Allí conoció al Padre Pederastio, con quien entabló una
gran amistad y pronto se convirtió en su muchacho favorito.
Cierto día, el padre
Pederastio fue arrestado y acusado de abusar de 27 menores, entre ellos
Orgismundo, que a pesar de ser la victima de la que mayor número de veces abusó
el cura, no dejó de rezar cada noche por el padre Pederastio durante años.
CAPITULO II
Al llegar a la adolescencia,
Orgismundo daba gracias a Dios por haber tenido una infancia tan feliz. Había
podido disfrutar de su abuela durante 6 maravillosos años, durante los que había
recibido mucho amor y conocimientos. Había tenido la oportunidad de demostrarle
varias veces al señor que sabía perdonar, como Bulvinia le enseñó. Estaba
seguro de que desde el cielo, su añorada abuela estaba orgullosa de él.
Y como no podía ser
diferente en alguien con un corazón tan grande, Orgismundo se enamoró. Ella se
llamaba Fliginaldia. Estudiaban en la misma escuela pero Orgismundo era un año
mayor que la niña, así que no encontraba la manera de acercarse a ella. El
chaval ya no era monaguillo de la parroquia, pues sus padres se lo habían
prohibido y él siempre los había honrado y obedecido. Y no fue admitido en
ninguna actividad deportiva por sus graves problemas de asma. Se había apuntado
al grupo de teatro de la escuela, pero
Fliginaldia, no. Así que de esa manera pasaron varios años en los que fue
invisible para su amor e incapaz de forzar un primer encuentro.
Durante esos años,
Orgismundo siguió incrementando su capacidad para hacer el bien y ayudar a sus
hermanos y para quererse a sí mismo a pesar de que los cambios propios de la
adolescencia le estaban convirtiendo en un chico feo.
“Soy feo por fuera pero bello por
dentro”, repetía en voz alta una y otra
vez, seguro de que su queridísima abuela compartía ese pensamiento desde el
cielo.
“No mientas”, le decía su madre.
CAPITULO III
Las cosas comenzaron a ir mejor en el amor
cuando Orgismundo cumplió los 17 años. Después de sufrir una brutal violación
anal, tras la cual Orgismundo no dejó de pedir a Dios que perdonara a sus
agresores durante el traslado en ambulancia al Hospital, una nueva luz se
encendió en la vida del chico. En el servicio de Urgencias estaba Fliginaldia,
que había acompañado a su madre accidentada levemente con un cuchillo de
cocina. La joven sintió un gran afecto y compasión por un anciano que había en
una cama justo al lado de Orgismundo. Y allí mismo, el joven se declaró a su
amada, y ésta, que tras el abandono de su padre y los continuos intentos de
suicidio de su madre, tenía miedo a morir sola, accedió a ser su novia. Y de
esta manera comenzó un noviazgo que duró tres años hasta que contrajeron
matrimonio.
Orgismundo dejó la
universidad y trabajó muy duro en un almacén de electrodomésticos, cargando y
descargando camiones y haciendo horas extras para poder pagar el alquiler del
piso en el que vivía felizmente con su esposa. Mantener a Fliginaldia no era
nada fácil. La muchacha se había convertido en una bella y presumida joven con
muchos amantes. Y acudía a sus citas con las mejores prendas y los más caros
perfumes, soñando con que alguno de sus amantes la rescatara de la aburrida
vida que tenía.
Fliginaldia no trabajaba.
Opinaba que una dama no debía traer dinero a casa, sino sacarlo de ella. Además
no soportaba madrugar, pues podía ayudar al envejecimiento prematuro.
Cuando la esposa de
Orgimundo se quedó embarazada, todos sus amantes la abandonaron, incluido el
padre de la criatura, lo cual la llevó a una depresión de la que nunca se
recuperó y tras dar a luz, la depresión pasó a ser locura. Una noche,
Fliginaldia se lanzó desde la ventana del piso en el que vivían, con su bebé en
brazos. Orgismundo no llegó a tiempo para detenerla. Y lo último que escuchó de
su esposa fue:
-Nunca te quise. Te desprecio tanto
que nunca dejaré que mi hijo te llame “papá”.
Durante el doble funeral,
Orgismundo lloró por segunda vez en su vida.
“Perdona a tu hija, Sr. Perdónala.
Perdónala”, rogó incesantemente a Dios.
CAPITULO IV
Orgismundo no volvió a
enamorarse de la forma en que se enamoró de Fliginaldia. Aunque no dejaba de
amar de otra manera a todo cuanto lo rodeaba. Estaba enamorado de cada ser vivo
con el que se cruzaba. Estaba enamorado de los gatos callejeros del barrio, de
las palomas que volaban, de las gaviotas que las devoraban, de las flores, de los árboles, incluso de algo
tan simple como una piedra. De sus padres, los cuales lo odiaban por
representar toda la bondad que ellos no tenían; de todos y cada uno de sus
vecinos. Estaba enamorado de la vida, sin más. Y era feliz amando así.
A los 22 años, Orgismundo
había reemprendido sus estudios sin dejar su trabajo, pues aún vivía en el piso
que alquiló junto a su difunta esposa. Dormía apenas unas cuatro horas diarias.
Pero eran suficientes. Era feliz de trabajar, pues allí podía ayudar a sus
compañeros y aconsejarles durante la hora del descanso. Estudiaba duro la
carrera de medicina, pues en sus planes de futuro estaba convertirse en doctor
para poder viajar a los países menos desarrollados y ayudar a sus hermanos con
menos suerte. Además aún sacaba tiempo para asistir a actividades sociales de
forma diaria.
Pero Orgismundo se vio
obligado a parar durante un tiempo sus estudios, cuando su madre enfermó
gravemente de forma terminal y su padre no quiso hacerse cargo de ella. Además,
Ogrosvaldio, que así se llamaba el hombre, se había gastado todos sus ahorros
en alcohol, prostitutas y jugando; y no podia correr con los gastos.
La madre de Orgismundo,
Malbunia, se trasladó a casa de su hijo. Y mientras éste la alimentaba, la atendía,
pagaba sus medicinas y la bañaba y limpiaba, no dejaba de repetirle:
-Te odio.
El estado de su madre era
cada vez más grave y requería más atenciones, así que Orgismundo dejó de
asistir a sus obras sociales y se dedicaba única y exclusivamente a trabajar y
al cuidado de su madre.
Cierta noche, Orgismundo
acudió al depósito de cadáveres a identificar el cuerpo de su padre y cuando
volvió se encontró con el cuerpo sin vida de su madre. Su vecina había oído
gritos de angustia y tras derribar su hijo la puerta, pasaron los últimos
minutos de vida con Malbunia, pues la ambulancia no llegó a tiempo. Y de esta
manera pudieron decirle al abatido Orgismundo las últimas palabras de su madre:
-Nos pidió que te dijéramos que nunca
te había querido y que el miedo a ser encerrada le impidió ahogarte en la
bañera cuando eras un bebé. Pobre mujer, cuánto sufrió.
-Muchas gracias, vecinos, por haber
impedido que mi querida madre muriera sola.
CAPITULO V
Las medicinas de su
madre, las deudas acumuladas por su padre, así como los funerales de ambos,
llevaron a Orgismundo a la ruina. Y todo empeoró cuando fue despedido de su
trabajo, acusado de haber robado género. La acusación la hizo un compañero
cuando las sospechas de unas misteriosas desapariciones de mercancía recayeron
sobre él. Y con una acusación de robo, no le fue fácil encontrar otro empleo y
tras varios meses sin pagar el alquiler, fue desahuciado de su piso.
Pero para Orgismundo
aquello no era tan grave. Sabía lo que era relacionarse con Vagabundos. Los había
alimentado, limpiado y les había contado cuentos, igual que hizo durante sus
primeros años de vida con su abuela. Los amaba, así que empezó a vivir como uno
de ellos. Dormía entre cartones y
durante el día pedía limosna. El setenta por ciento de sus ganancias las
repartía entre sus compañeros vagabundos y con el resto compraba pan y agua.
Una noche, dos de los vagabundos
a los que Orgismundo hacia compañía en las frías noches de invierno, le dieron
una paliza y le robaron toda la ropa, su anillo de compromiso y las pocas
pertenencias que tenía.
-¡Maldito seas! ¿Te crees que eres
mejor que nosotros porque nos das tu dinero,
nos lees los periódicos que encontramos en la basura y nos cuentas
bellas historias por la noche?
Y huyeron dejando a
Orgismundo desnudo, malherido e inconsciente sobre el frío asfalto. Y comenzó a llover.
Las gotas de agua que
caían sobre su maltratado cuerpo, limpiaron las heridas de Orgismundo y se
mezclaron con sus lágrimas cuando éste recobró el sentido. Era la tercera vez
en su vida que lloraba. Se había quedado sin aliento y no dejaba de repetirse
interiormente una y otra vez:
“Oh, Padre Placidio.
Padre Placidio, ¿dónde estás, Padre Placidio?
Pero no hay herida que no cure la
oración, y Orgismundo oró y perdonó.
CAPITULO VI
Orgismundo
durmió plácidamente hasta que fue sacado a picotazos de su sueño por un marabú
rabioso que se había escapado del Zoo.
Fue
trasladado a la unidad de cuidados intensivos del hospital más cercano por una
ambulancia que sufrió tres accidentes de tráfico durante el trayecto.
CAPITULO VII
Aunque las heridas de Orgismundo iban
sanando rápidamente, su cuerpo por el contrario, se estaba apagando. Lo supo
tras escuchar una conversación que tuvo lugar al otro lado de la puerta de su
habitación.
-¿Tan avanzado está,
Doctor? ¿No se puede hacer nada?
-Ni
rezar. Pero contésteme de una vez ¿Me ama?
-No.
“No importa”, pensó Orgismundo.
“No podría haber tenido más suerte”. Y siguió durmiendo.
Tras
cumplir los 25 años, Orgismundo murió una noche completamente sólo en una
habitación oscura. Y sus últimos pensamientos fueron de agradecimiento, pues su
cuerpo serviría como alimento a gusanos y otras criaturas creadas por el Señor
y que estaban llenas de vida.
El
cuerpo de Orgismundo fue incinerado al día siguiente.
FIN
miércoles, 7 de noviembre de 2012
EL PRIMER DIA DE TRABAJO DE LA SRTA. COÑO
El primer día de Trabajo de la Srta. Coño.
La Srta. Amalia López acompañó a la Srta. Coño al despacho del Sr.
Roberto Guzmán. El director comercial de aquella compañía dónde la Srta. Coño
iba a prestar sus servicios por primera vez como la nueva secretaria de
dirección.
El proceso de selección había
sido largo y la Srta. Coño había superado varias pruebas y entrevistas. Tenía
muy claras sus funciones y conocía perfectamente la empresa. De hecho, en su
primera entrevista impresionó a Recursos Humanos con sus conocimientos. La Srta.
Coño sabía muy bien encontrar toda la información que necesitaba por internet.
El Sr Guzmán le daría la
bienvenida a la empresa y concretamente a ese departamento comercial. Y… a
trabajar.
Antes de que llegara su nuevo
jefe, la Srta. Coño ya había heredado la agenda de la anterior secretaria de
dirección y le habían explicado muy por encima cómo funcionaba el sistema informático
que utilizaría. Le habían presentado al resto de la plantilla y había dejado su
bolso sobre la mesa en el despacho que
ocuparía.
-Señorita Coño. Le doy la
bienvenida a esta empresa y especialmente a este departamento comercial –le dijo
el señor Guzmán.
-Gracias Sr Guzmán – respondió la
Srta. Coño estrechándole la mano.
-Es muy importante que recupere
la agenda de la anterior secretaria de dirección porque hay anotaciones y
contactos muy importantes.
-Tengo la agenda, Sr Guzmán.
-Perfecto, Srta. Coño. ¿Le han
presentado a sus compañeros?
-Sí, Sr Guzmán. A todos.
-Estupendo – dijo el Sr Guzmán
juntando sus manos. A continuación hizo una pausa para beber agua. Bebió directamente
la botella. La señorita Coño intentó no hacer ninguna mueca de desagrado. A continuación el Sr Guzmán tosió y alguna
gota de agua se deslizo por sus labios y cayó al suelo. La señorita Coño apartó la mirada disimuladamente.
-¿Ha desayunado, Srta. Coño?.
-Aún no. Normalmente desayuno a las diez. Si tengo tiempo, claro.
-Ah… Muy bien. Yo necesito una
taza de café. Mi mujer no se encontraba hoy muy bien y he venido en ayunas a la
oficina. Tráigame por favor una taza de café. Aquí tiene mi taza y la señorita López
le dirá dónde está la cafetera. Me gusta sólo y con dos cucharadas de azúcar.
Cuando vuelva seguiremos hablando. Gracias.
La señorita Coño permaneció en
silencio con la mirada fija en la ventana con vistas a otro edificio durante algunos segundos.
-¿Señorita Coño? – se extrañó el
Sr Guzmán. ¿Se encuentra bien?- le preguntó
acercándose a ella. Estiró su brazo derecho y su mano se acercó lentamente al
hombro de la Srta. Coño. A apenas unos
centímetros antes de que los dedos del director comercial tocasen la delicada
prenda que vestía su secretaria, la
señorita Coño retrocedió con la misma delicadeza que la ropa que vestía.
-Una taza de café- Repitió la señorita Coño.
-Sí. Con dos de azúcar. Esta es
mi taza. Gracias.
El Sr Guzmán se sentó en su mesa
y comenzó a ojear el diario. La señorita Coño cogió la taza vacía y salió en
silencio del despacho.
La señorita López se encontraba
en la sala dónde estaba la cafetera que iba a llenar la taza de café del Sr.
Guzmán. Pero la señorita Coño no fue a esa sala. Entró en su nuevo despacho y
posó la taza sobre su nueva mesa. Cogió su bolso y se lo colgó del hombro. En silencio y con paso decidido,
abandonó su nuevo despacho y su nuevo empleo. No miró en ningún momento atrás. La
expresión de su rostro era exactamente la misma que cuando recibió la
bienvenida a su nueva compañía y especialmente a su nuevo departamento
comercial.
-¿Quién es?- preguntó alguien que llegaba tarde a su puesto
de trabajo.
lunes, 5 de noviembre de 2012
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